La meta no es hacer a tus hijos felices, es que todos estén felices. Tú también.
Desde mi experiencia personal les diré que las madres
jóvenes estamos más sometidas al análisis negativo del entorno. Ser madre joven
está socialmente visto (en muchos casos) como una irresponsabilidad, así que, adolescentes y
veinteañeras, no debemos perder de vista que el problema lo tiene quien juzga,
y no nosotras.
Las madres abnegadas están pasadas de moda, afortunadamente.
Se ha demostrado que el desgaste producto de la devoción al hogar y a la
familia da lugar a vínculos afectivos de menor calidad:
¿Cómo vas a darle
momentos de calidad a alguien si no te lo das primero a ti? Dedicarse tiempo a
una misma y no forzar las situaciones son dos premisas básicas para disfrutar
de nuestros retoños y que ellos disfruten de nuestra compañía.
- No te obligues a hacer cosas que no te
gustan
Como lo lees. Si a tu hijo le encanta jugar al fútbol y a ti
no (pongo este ejemplo porque es autobiográfico), es mejor que no te obligues a dar chutes al balón. Al final, tú estarás a
disgusto, y el niño no disfrutará del todo porque nota que no estás al cien por
cien –aunque disimules-. En cambio, puedes encontrar actividades que te gusten
y en las que puedas integrarle. Te sugiero
ir probando hasta dar con las que más les gusten a ambos. Se trata de estar contentos los dos. Otra idea a tener en cuenta cuando haya hobbies que encantan al peque, es no mirar el lado negativo de eso que no te agrada hacer, sino adaptarlas al beneficio de ambos. Él puede jugar con papi, si a él le gusta, o con los amiguitos... ¡¡y tener a su mamá de “equipo de apoyo” animándole en el partido de los fines de semana!!
- Dedica tiempo a tus hobbies ¡¡y no le incluyas en todos!!
Tal cual. Necesitas llegar a casa con ganas de estrujarle y darle mil besitos de amor. Para eso, lo ideal es que te tomes tiempo para hacer alguna actividad en solitario que te haga sentir súper bien y que te llene de energía positiva. Cuando vuelvas a casa, destilarás buen rollo por todos los poros y tu pequeño recibirá una buena dosis de cariño. Estarás más receptiva y te adaptarás mejor a todos los cambios que, sin duda, irán llegando a medida que tu niño crece: nunca dejarás de aprender a ser madre, así que... ¡¡a por ello, tigre!! ¡¡Que tú puedes!!
3.No pierdas de vista tus objetivos.
Debes saber que tu hijo no es un impedimento para
desarrollarte en la dirección que te apetece.
Es muy probable que tengas más trabas y que te lleve más tiempo, pero
TIENES LA FUERZA NECESARIA
COMO PARA NO CONFORMARTE. Te aseguro que seguir el camino que te llama la
atención, te lleva a sentirte más a gusto contigo. A menor nivel de
frustración, mejor es tu autoestima, y mejor es tu relación con el chiquitín.
- Comparte tiempo de calidad, y no
cantidad de tiempo.
En términos afectivos, lo que importa es la calidad, y no la
cantidad. No te sientas culpable por estar buena parte del día fuera de
casa. Todos sabemos de madres que han
educado a sus hijos estando todo el día en casa, pero que nunca se han sentado
a jugar, o a contar cuentos, o a dar abrazos, o a cantar canciones, o a pintar
con acuarelas, o a hacer torres de
legos… O simplemente nunca se han parado a estar junto al niño acurrucada en el
sillón. Lo más sano del mundo para tu
bebé es que le des ratos llenos de afecto.
Que sienta lo mucho que le quieres, a pesar de todas tus
responsabilidades extra. La idea de estar todo el rato al cien por cien está rancia, y es sólo eso: una idea. No se cumple nunca.
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